1937: una comparación muy significativa
Dice Paul Krugman:
Esta semana, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York publicó en un blog un posteo sobre “el error de 1937”, el prematuro retiro de medidas fiscales que abortó una recuperación económica en marcha y prolongó la Gran Depresión. Tal como señala su autor, Gauti Eggertsson (…), las condiciones económicas de hoy –con la producción en crecimiento, algunos precios en alza pero el desempleo aún alto– guardan un gran parecido con las de 1936-37. ¿Cometerán el mismo error los políticos modernos? Eggertsson dice que no, pero yo disiento. De hecho, en muchos aspectos ya hemos cometido el mismo error de 1937[1].
El panorama sombrío que vislumbra Krugman se asocia a varios factores. Entre ellos y en primer lugar, la desocupación que venía disminuyendo casi de forma imperceptible en Estados Unidos, revirtió la tendencia en mayo, volviendo a trepar al 9,1% cifra que representa aproximadamente 13,9 millones de desocupados. Por otro lado el crecimiento del PBI durante el 1er. trimestre del año arrojó un débil 1,8% contra el 2% pronosticado reflejando una retracción del 1,3% si se lo compara con el 3,1% del último trimestre del pasado año. La disminución del crecimiento responde en gran parte al incremento en el precio de los alimentos y combustibles que frenó tanto el gasto de los consumidores como la inversión de las empresas en el marco de la más alta inflación desde el tercer trimestre de 2008. Estos elementos se producen en un contexto en el cual hacia fines del mes en curso culmina el programa QE2 que fue implementado por la Reserva Federal norteamericana en noviembre del pasado año. A través de este mecanismo de flexibilización cuantitativa, la entidad monetaria emitió un monto cercano a los 600.000 millones de dólares consiguiendo por un lado aumentar el precio de los Bonos del Tesoro (a través de su recompra) reduciendo la tasa de interés para financiarse y por el otro, inundar el mercado externo con su divisa, cuestión que le permitió bajar el valor del dólar aumentando su competitividad externa. A su vez y con una deuda de 14,3 billones de dólares (esto es casi el 100% del PBI), Estados Unidos llegó al tope del endeudamiento permitido por el Congreso. Con once semanas de prórroga, el 2 de agosto vence el plazo para que los legisladores demócratas y republicanos aprueben la ampliación del límite de deuda solicitada por el Secretario del Tesoro, Timoty Geithner.
El déficit fiscal por su parte, alcanzaría este año 1,5 billones de dólares, equivalente a aproximadamente el 11% del PBI. Hace poco Demócratas y Republicanos, evitaron la suspensión de actividades del Gobierno Federal mediante el acuerdo de los términos del presupuesto para lo que queda del año 2011 que implica un recorte de 38.000 millones de dólares (el mayor de la historia, aunque en términos relativos representa sólo el 1% del presupuesto federal). La discusión respecto de la reducción del déficit fiscal está abierta. Existe un proyecto de Obama para recortar el déficit mediante un aumento de la carga fiscal sobre las familias que ganan más 250.000 dólares por año y a través de la eliminación de gastos considerados “superfluos” en el área de salud sin reducir los gastos en educación, ciencia y tecnología. Los demócratas prevén reducir el gasto en 4 billones de dólares en 12 años. Los Republicanos por su parte, quieren recortes de 5 billones en 10 años mediante la reforma de los seguros médicos para jubilados y sectores de bajos recursos, Medicare y Medicaid, respectivamente. En este contexto de debilidad financiera y económica de Estados Unidos, con el telón de fondo de las calificadoras Standar & Poor’s y Moodys, amenazando rebajar tanto la nota a la deuda pública (si no se cierra pronto un acuerdo sobre el límite de endeudamiento) como aquella de los tres mayores bancos de Estados Unidos (Citigroup, Wells Fargo y Bank of America), con los demócratas recortando tímidamente el gasto y los republicanos pidiendo recortes más agresivos como precio para aumentar el tope de deuda, es que Krugman teme un “retorno a 1937” cuyas bases estarían patentadas en “retirar el apoyo fiscal mucho antes y perpetuar una desocupación alta”.
Los temores de Paul Krugman
El New Deal (Nuevo Trato) fue implementado a partir del año 1933 por el entonces electo presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, como respuesta a la depresión económica estadounidense y mundial que sobrevino al crack de 1929. En 1933 el número de desempleados en Estados Unidos ascendía aproximadamente a 13 millones de personas lo que representaba el 25% de la población norteamericana. El número en términos relativos era significativamente más alto que el actual debido fundamentalmente a que, luego de la caída de Lehman Brothers a fines de 2008, el gobierno norteamericano (a diferencia de lo actuado en aquel entonces por la administración Hoover) tomó medidas inmediatas de salvataje a los bancos y en menor medida, de estímulo fiscal para evitar que la sangre llegara al río. El New Deal tuvo como norte inicial atacar el problema del hambre y el desempleo fundamentalmente por el temor de la burguesía a las grandes tensiones que se venían acumulando en la clase obrera norteamericana y los millones de desocupados. Con las medidas implementadas que incluyeron una ley de socorro y emergencia del Gobierno Federal, la Ley de Seguridad Social que por primera vez en la historia norteamericana estableció un seguro de desempleo, pensiones y jubilaciones, la creación de la Dirección para el Progreso y el Trabajo que tenía la función de crear todo tipo de infraestructuras, carreteras, etc., con los Cuerpos de Conservación Civil que daban empleos ultraprecarios a jóvenes de entre 18 y 25 años, se logró una importante reducción del desempleo, aunque la desocupación se mantuvo en la altísima cifra de 7,7 millones de personas. Pero he aquí el fantasma que atemoriza a Krugman. A comienzos de 1937 como señala el historiador Alan Brinkley en El Nuevo Trato y la idea del Estado, Roosevelt que nunca se había reconciliado por completo con los déficits presupuestarios que tan continuamente se habían acumulado, fue sensible los argumentos del Secretario del Tesoro Morgenthau, aceptando hacer una serie de recortes considerables al gasto federal que, según creía, equilibrarían el presupuesto de 1938. El gobierno comenzó el año mostrando confianza, y pareció dispuesto a volver a la ortodoxia, aún atractiva, de unos presupuestos equilibrados y un gasto menor. Al parecer, la depresión por fin había pasado. Desde luego el desempleo seguía siendo alto, pero en cambio había otras señales alentadoras: la producción en las fábricas, la inversión de capitales, el precio de las mercancías (Alan Brinkley, El Nuevo Trato y la idea del Estado, pág. 165). Los resultados fueron catastróficos, el desempleo volvió a alcanzar los 10 millones de personas y hasta 1940, el año previo a la entrada de Estados Unidos en la guerra, el Producto Nacional Bruto continuaba por debajo de los valores de 1929.
“Los que se niegan a aprender de la historia están condenados a repetirla”[2]
Krugman dixit. Pero ¿Cuál fue la verdadera historia del New Deal y del año 1937? Aquí es donde Krugman construye su propia versión. Si bien el New Deal resulta uno de los fenómenos más controversiales en la historiografía norteamericana, lo cierto es que todos sus intérpretes, incluso aquellos que lo reivindican con más fervor, coinciden en señalar los escasos resultados obtenidos en cuanto a la posibilidad de alentar una verdadera recuperación de la economía. El New Deal aún con su despliegue de instituciones, comisiones y múltiples medidas plagadas de pragmatismo, resultó en sí mismo un mecanismo ciclópeo de contención de la crisis. No condujo a una verdadera prosperidad de la economía norteamericana sino que implementó una serie de parches, como seguros de desempleo, empleos estatales extremadamente precarios, alentó la destrucción de cosechas y las matanzas de animales para reducir la oferta y recuperar los deprimidos precios del agro, subsidió a los productores para que redujeran el área sembrada, entre otras muchas medidas. Todos estos mecanismos lograron en parte reducir la desocupación, apaciguar la tensa situación social y permitir sacar a la economía de la parálisis en la que se encontraba. Pero el gran problema de la sobreacumulación de capitales y el subconsumo, no podía ser resuelto por las medidas del New Deal. Incluso uno de los más importantes defensores de las ventajas del Nuevo Trato, el neoprogresista William Leuchtenburg señala que el New Deal
Nunca demostró que pudiera lograr la prosperidad en momentos de paz. En 1941, la cantidad de desempleados todavía era de 6 millones, y no fue sino hasta 1943, en plena guerra, que finalmente desapareció el ejército de desempleados” (La Reconstrucción de Roosevelt, en Pablo Pozzi, “Una polémica historiográfica. El New Deal : ¿Una solución eficaz para la Gran Depresión?”, Fabio Nigra y Pablo Pozzi, comps., Huellas imperiales. Estados Unidos de la crisis de acumulación a la globalización capitalista (1930-2000), Buenos Aires, Editorial Imago Mundi, 2003, pág. 108).
Recién a partir del 39’ con los preparativos para la guerra, la economía entró en un sendero de verdadera recuperación y Roosevelt y los new dealers adoptaron como consigna “programática” las medidas fiscales y monetarias sugeridas por John Maynard Keynes. Como señala otro historiador norteamericano
Hacia 1938 Roosevelt parecía dispuesto a escuchar los argumentos keynesianos que proponían un programa de gasto permanente y, finalmente, cuando las demandas de la guerra hicieron necesaria la implementación de la política de pump-priming[3] en escala gigantesca, la solución dio resultado. Superó las tendencias restrictivas en la economía, restableció el pleno empleo y trajo aparejada una rápida expansión económica (…) La planificación limitada, fragmentaria y en manos de grupos de presión continuaría y se podía confiar en el arma del gasto para estimular la expansión y mantener el equilibrio económico. (Ellis W. Hawley, “El New Deal y el problema de monopolio”, en Pablo Pozzi et.al., Un pasado imperfecto: El conflicto en la historia de Estados Unidos, Buenos Aires, Manuel Suárez Ed., 1992, pág. 135).
La verdadera historia
Krugman tiene razón: los que se niegan a aprender de la historia están condenados a repetirla. Salvo que Krugman no cuenta la verdadera historia. No existió un New Deal que desde el punto de vista estructural haya sacado a la economía capitalista norteamericana de la terrible depresión de los años 30. Aunque pueda parecer historia contrafáctica, es de suponer que si Roosevelt no hubiera retirado las medidas en el 37’, sólo habría prolongado una recuperación rastrera. Recién la preparación para la guerra con el montaje del aparato militar-industrial parasitando una demanda garantizada por el Estado, con la posterior “ocupación” (reclutamiento) de 17 millones de hombres en el ejército y la incorporación masiva al mercado de trabajo de las mujeres y los negros a una industria que ahora sí se mostraba vigorosa, señalaron el inicio verdadero de la recuperación de la economía norteamericana. En la actualidad, la economía de Estados Unidos se encuentra en una trampa: el temor de Krugman es acertado por cuanto un retiro de las medidas de estímulo y un probable aumento de la tasa de interés, redundaría en una recaída en la recesión y un incremento de la lucha de clases, pero su continuidad la induciría, al menos en el mediano plazo, al estallido de una serie de burbujas, entre ellas la de la deuda, una desvalorización severa de los Bonos del Tesoro y la incapacidad de Estados Unidos de seguir tomando deuda. Las analogías con todo lo que tienen de parciales, se hacen presentes para recordarnos que la actual crisis histórica del capitalismo no tiene una salida reformista. Las catástrofes capitalistas como la que ante nuestros ojos hoy transcurre, no tienen otra salida progresiva que la que deviene del despliegue de la energía revolucionaria del movimiento obrero y las masas oprimidas, encaminada a acabar con la lacra del modo capitalista de explotación. A ello apostamos los revolucionarios.
[1] Paul Krugman, “Es la desocupación el gran enemigo”, Clarín, 4/06/2011.
[2] Frase del filósofo George Santayana, repetida por Paul Krugman en el artículo citado.
[3] Las traducciones de este término no son exactas pero traducirse de forma aproximada como “inversión estatal para beneficiar a la economía” o “inversión estatal con carácter de estímulo”.
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Me parece que tomar datos al voleo no permite un análisis profundo de la cuestión…
¿Por qué mejor no se ve la evolución año a año de la producción y el empleo?
Iba a hacer el gráfico yo mismo, pero lo encontré en el blog de Billy Mitchell. Como se aprecia, pone bastante en entredicho lo que se afirma aquí:
http://bilbo.economicoutlook.net/blog/wp-content/uploads/2010/01/US_employment_GDP_growth_line_1930_1950.jpg
Al margen, en su post original, Mitchell se está peleando con Sumner, un Chicago-boy que dice lo mismo que ustedes (ie, que el New Deal no sirvió para nada). Llamativo como mínimo, no les parece?
Juan,
mirando año a año la producción y empleo, se ve justamente que cuando se discontinuó con las medidas del New Deal y se comenzó a ajustar el gasto en 1937, la economía se desplomó nuevamente. Es decir, que si por «recuperación» hablamos de de que la economía norteamericana retoma la dinámica «normal» de una economía capitalista que, bajo el acicate de la ganancia, mantiene la acumulación y eso crea empleo, eso no se verificó hasta bien entrada la segunda guerra mundial. Hasta el momento, se vio que la economía se sostenía con las «muletas» del gasto estatal, y dependiente de que no se retrajeran esos desembolsos.
Respecto de lo que planteas de los chicago-boys, no es llamativo que ni ellos ni los marxistas consideremos que sean muchas las posibilidades del Estado -que es capitalista y forma parte constitutiva de las relaciones de producción de este sistema y no se eleva por encima de las mismas- de imprimir una dinámica a la economía que se emancipe significativamente de la dirección que imprime la propia acumulación de capital. Desde ya, la acción del Estado cambia la dinámica de la economía capitalista, pero no resuelve sus contradicciones (te invito a ver este artículo donde polemizamos con un autor poskeynesiano http://www.ips.org.ar/wp-content/uploads/2011/05/poskeynesianismo-y-marxismo.pdf ). La diferencia fundamental, es que la escuela de Chigaco y otras corrientes cercanas, buscan convencer de las virtudes que tiene el accionar «puro» del mercado sin regulación estatal; para nosotros se trata de no sembrar ilusiones en los «parches» que puedan «humanizar» al capitalismo, y que no pueden librarnos de las catástrofes a las cuales nos empuja recurrentemente este modo de producción, sino de terminar con este sistema de explotación y miseria.
Ok, entiendo: El problema es la «contradicción estructural». O lo que es lo midmo, que el New Deal no abolió al capital. La discusión es otra entonces.
Lo que hace ruido son expresiones del tipo «sólo habría prolongado una recuperación rastrera»… Ahora fui a ver los números. Veamos las tasas de crecimiento interanual:
GDP Desemp
33 -1.4 / 5.5
34 10.8 / -12.9
35 9 /
36 12.9 /
37 5.3 /
(borren el comentario anterior que se me escapó a medio camino)
Gracias por tu respuesta, Esteban. Aún no pude ni mirar lo otro que me mandaste, estoy sin nada de tiempo en estos días.
Ok, entiendo: El problema es la “contradicción estructural”. O lo que es lo mismo, que el New Deal no abolió al capital (!). La discusión ahí es otra entonces.
Lo que hace ruido son expresiones del tipo “sólo habría prolongado una recuperación rastrera”…
Ahora sí fui a ver los números posta. Veamos las tasas de crecimiento interanual del producto y el desempleo:
GDP Desemp
33 -1.4 / 5.5
34 10.8 / -12.9
35 9 / -7.4
36 12.9 / -15.9
37 5.3 / -15.4
Es decir, entre el ´34 y el ´37 el producto (a precios constantes) acumuló una suba del 43,5% y el desempleo, una caída del 42,6%. Y su nivel todavía era altísimo (eso es innegable), pero lo que está en cuestión es la capacidad del Estado para intervenir sobre el rumbo de la economía.
Entonces, ¿tasas de crecimiento del producto del 10% anual son una «recuperación rastrera»? En el ejemplo contrafáctico de la nota, ¿no sería más lógico suponer que la economía yanki estaba (mucho) más cerca de su funcionamiento «normal» gracias al New Deal?
Además, la traba impuesta fue de orden eminentemente político-ideológico. ¿Qué límite económico estructural impedía sostener las «muletas» por más tiempo?
A ver, este es un sistema que necesita reproducir la explotación y generalizar la miseria para funcionar. No se trata de «humanizarlo» en lo más mínimo (por las dudas, sostengo que ese planteo, sumamente incorrecto, reifica las relaciones sociales vigentes: el capitalismo, en toda su barbarie y opresión, ya es profundamente «humano»).
Pero (he aquí el problema) sus «parches» sí funcionan. Y si llamás a hacer la revolución mediante la «demostración» de su ineficacia con las perimidas (por erróneas, no por viejas) armas monetaristas, estás errando el rumbo de medio a medio. Resulta que el dinero NO es neutral y que la acción del Estado NO es totalmente ineficaz.
Paso a otra pregunta que me quedó del artículo: ¿uds están sosteniendo que el rumbo actual va a llevar a «la incapacidad de Estados Unidos de seguir tomando deuda»? ¿Consideran que eso va a suceder en el corto/mediano plazo? Me gustaría más precisiones al respecto (salvo los argumentos sean -de nuevo- los falsos postulados neoclásicos).
Saludos
[…] Esta semana, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York publicó en un blog un posteo sobre “el error de 1937”, el prematuro retiro de medidas fiscales que abortó una recuperación económica en marcha y prolongó la Gran Depresión. Tal como señala su autor, Gauti Eggertsson (…), las condiciones económicas de hoy –con la producción en crecimiento, algunos precios en alza pero el desempleo aún alto– guardan un gran parecido con las de 1936-37. ¿Cometerán el mismo error los políticos modernos? Eggertsson dice que no, pero yo disiento. De hecho, en muchos aspectos ya hemos cometido el mismo error de 1937[1]. […]
Hola Juan: respecto de la recuperación del New Deal, uno de los problemas es que no hacés referencia a la caída del producto entre los años 1930/32 con lo cual se hace difícil evaluar el significado comparado (que es lo que importa) de los valores de la recuperación. Los resultados no se leen igual si se tiene en cuenta que el PBI en 1932, había caído un 33,1 % acumulado. Si al crecimiento acumulado de 43,4% entre el 1934 y 1937, se descuenta la caída de los años previos equivalente al 33,1%, queda un 10% de crecimiento que prorrateado entre los 4 años en cuestión arrojaría aproximadamente un 2,5% de crecimiento anual promedio. Esto es importante porque la parte fundamental del crecimiento durante estos 4 años estuvo destinada a recuperar la brutal caída de los años anteriores. Tomando en cuenta este factor resulta un poco engañoso hablar de un crecimiento del 10% anual cuando la economía norteamericana “perdió” 8 años para retornar al nivel de la partida. En este contexto, nadie niega la recuperación respecto de la caída pero no puede confundirse la recuperación (o sea que en 1937 se haya logrado volver a 1929!) con un gran dinamismo económico. Esta evaluación es casi un lugar común entre historiadores y economistas que sostienen que en 1936 el PBI rondaba los valores del 29 con lo cual logró fundamentalmente recuperar la caída.
GDP norteamericano en dólares constantes
1930 -8,6
1931 -6,5
1932 -13,1
1933 -1,3
1934 10,9
1935 8,9
1936 13,0
1937 5,1
1938 -3,4
1939 8,1
1940 8,8
1941 17,1
1942 18,5
1943 16,4
1944 8,1
1945 -1,1
Fuente: Bureau of Economic Analysis
Por otra parte aunque reconocés que la desocupación se mantuvo en niveles extraordinariamente altos, hacés demasiado énfasis en el nivel del PBI y muy poco en el extremadamente alto nivel de la desocupación, incluso una vez alcanzando el anterior PBI ¿Qué te sugiere el hecho de que aún recuperando los niveles del 29 la economía haya mantenido un paro del 16% comparado con el paro del 5,5% del 29? ¿Considerás este hecho, un hecho “normal”? Yo creo que justamente es un indicador de que la economía no se hallaba en situación “normal”. Nadie sostiene que la intervención del estado sea “totalmente ineficaz”. Por el contrario y al revés de los Chicago Boys, sostengo que la economía no puede funcionar con las reglas del laissez faire como en el siglo XIX y que la intervención del Estado es en realidad la respuesta del capital a una necesidad histórica. Sólo que esa necesidad no es congruente con el capitalismo o al menos no lo es con sus formas más democráticas o “amigables”. Yo no digo que la intervención del estado sea ineficaz, de hecho ¿Puede imaginarse mayor intervención del estado sobre la economía capitalista que durante una guerra? Lo que digo es que las variantes “democráticas” como el New Deal resultan tan insuficientes como engañosas y terminan conduciendo a los más nefastos experimentos y derrotas como el armamentismo y las guerras. Incluso Keynes dudaba con razón, que su “experimento” pudiera probarse en tiempos de paz. En última instancia esta relación ya se verificaba comparando el New Deal con el régimen nazi alemán. Mientras en Estados Unidos el paro sólo se redujo del 25% al 16% en 1937 antes de volver al 19% en 1938, en Alemania donde los salarios eran muchísimo más bajos, estaban prohibidos los sindicatos y la economía funcionaba ya como una gran maquinaria de guerra, el paro descendió del 30 al 2% entre 1932 y 1938. Sorprendentemente la poderosa recuperación se produce en Estados Unidos con la entrada en la guerra, la producción armamentística y la limitación del derecho de huelga bajo el lema de que “ganar la guerra es producir más”. O sea que la intervención del Estado para salvar al capitalismo de las crisis es verdaderamente eficaz sólo bajo sus formas más brutales y no bajo ropaje democrático incluso en la que en ese momento era, económicamente hablando y sin lugar a dudas, la nación más poderosa del mundo.
En este mismo sentido, en los datos que presentás, no continuás la serie del producto. El crecimiento que se inicia en el 39 con el efecto del desarrollo de la industria armamentística, muestra entre los años 41 al 43 ahora sí resultados extraordinarios y sin tener que descontar los efectos de la recuperación de una gran caída previa.
También omitís señalar la caída del GDP al fin de la guerra que resulta un dato significativo y muestra que evidentemente existe algún tipo de correlación entre armamentismo y recuperación profunda de la economía capitalista, al menos en períodos de crisis.
Por todo esto lo más importante de la discusión es para mí, cuando señalás que sería mejor suponer que la economía yanqui estaba mucho más cerca de su funcionamiento “normal” gracias al New Deal. Justamente, pensando de la misma manera que vos, Roosevelt retiró las medidas y la caída del ‘37/’38 le respondió empíricamente que la economía no estaba más cerca de un funcionamiento “normal”. El problema es cuál es la “norma” del capitalismo y esta es la discusión más interesante. Las “muletas” de la intervención estatal, no son la “norma” como hasta Keynes reconocía. El leitmotiv del capital es la ganancia privada de propietarios independientes de capital y este motivo se obtiene por el robo de trabajo como ya explicó Marx hace muchos años. Los capitales privados independientes buscan “maximizar” la ganancia y esto también lo dice Keynes. Las muletas y los parches son excepciones que buscan restablecer las condiciones de la ganancia privada y, como fue claramente el caso de los años 30, cooptar, contener el ascenso de masas que con serios “experimentos” como el de la revolución rusa, cuestionaban al mismo sistema privado de producción y explotación. Las excepciones no pueden ser nunca la norma y vos mismo reconocés al capitalismo como un sistema de barbarie y opresión ¿No es esta su “norma”? El problema es que esto, sobre todo en una época de decadencia capitalista como la actual, es contradictorio con una mejora de las condiciones de vida de la clase obrera y el pueblo pobre, salvo en períodos muy pero muy excepcionales como fue la segunda posguerra. Sólo me resta decir que en aquel período (que si querés podemos discutirlo pero ya haría muy largo este post), la enorme recuperación de la economía capitalista mundial no puede separarse de la destrucción de fuerzas productivas (incluyendo unos 60 millones de muertos) que provocó la guerra, de Hiroshima y Nagasaki, de los millones de desocupados dispuestos a trabajar por migajas, de las miserias terribles de la posguerra y del reestablecimiento en este contexto y el en marco de la traición del stalinismo a los procesos revolucionarios, de una hegemonía imperialista ausente desde la 1ra. Guerra.
Saludos,
Paula